Do coração e outros corações

Do coração e outros corações

sexta-feira, 19 de outubro de 2012


O direito à esperança

do Blog de Maria João Freitas, Portugal
Falta polí­tica na gover­na­ção de Por­tu­gal. Disse polí­tica, não disse poli­ti­quice por­que dessa esta­mos bem ser­vi­dos. Falta visão polí­tica. Fal­tam pen­sa­mento e refle­xão polí­ti­cos. Sedi­men­ta­dos e com a espes­sura sufi­ci­ente para inter­na­li­zar a dúvida e dis­pen­sar os dog­ma­tis­mos. Fal­tam sen­si­bi­li­dade e bom senso polí­ti­cos. Que não se con­fun­dem com a irri­tan­te­mente em voga “comu­ni­ca­ção” polí­tica. Falta gover­na­ção polí­tica que não é a mesma coisa do que a sim­ples “coor­de­na­ção” polí­tica e é o oposto  e serve mui­tas de vezes de con­tra­ponto à gover­na­ção téc­nica ou tecnocrática.
Sei bem que num país onde toda a gente se entre­tém a insul­tar essa coisa con­ve­ni­en­te­mente inde­fi­nida que é a “classe polí­tica”, parece para­do­xal falar assim. Mas dêem-me a opor­tu­ni­dade de ten­tar ela­bo­rar tão inu­si­tada ideia.
Antes ainda, e por­que não quero embar­car em dema­go­gias bara­tas, permitam-me que insista numa ideia que não é sim­pá­tica e que as opo­si­ções gos­tam de esque­cer. Acre­dito que não há, infe­liz­mente, alter­na­ti­vas de gover­na­ção subs­tan­ci­al­mente mais fáceis nem radi­cal­mente menos dolo­ro­sas do que aquela que nos tem sido ser­vida. Pode­mos, deve­mos, dis­cu­tir a inten­si­dade, os timings, a “modu­la­ção” das polí­ti­cas como agora se diz e até alguns tro­ços deste penoso cami­nho. Mas a situ­a­ção a que che­gá­mos é tal que suge­rir que não temos que per­cor­rer uma via sacra de sacri­fí­cios é uma ilu­são que por ser do domí­nio da sim­ples char­la­ta­nice em nada con­tri­bui para resol­ver o drama que vivemos.
Dito isto, perguntar-se-á com legi­ti­mi­dade, se a rota de um dolo­roso ajus­ta­mento nos está imposta, será inte­lec­tu­al­mente honesto con­tes­tar a apli­ca­ção rígida, cora­josa, auto­má­tica, teo­ri­ca­mente impe­cá­vel, de um con­junto de medi­das impo­pu­la­res e difí­ceis mas que são con­di­ção neces­sá­ria para evi­tar o mal maior da ban­car­rota ou a tra­gé­dia do ostracismo?
Eis onde entra, onde tem de entrar, a polí­tica. Por duas gran­des ordens de razões. Desde logo por­que é pre­ciso dimen­são e las­tro polí­tico para lem­brar os mais dis­traí­dos que a eco­no­mia não é uma ciên­cia exacta mas uma ciên­cia social. Que a eco­no­mia lida com uma rea­li­dade irri­tante que são as pes­soas. Mexem-se, rea­gem de maneira impos­sí­vel de modu­lar, estão longe, muito longe, de se pare­cer com o ser raci­o­nal dos pres­su­pos­tos clás­si­cos. E eu só conheço uma maneira de lidar com uma rea­li­dade com­plexa, impos­sí­vel de pre­ver e muito menos de modu­lar: cul­ti­var a humil­dade e o prag­ma­tismo, apren­der com erros, recu­sar o con­forto e a infle­xi­bi­li­dade dos dog­mas. Não é por­que uma receita é difí­cil que pode dei­xar de ser cum­prida, mas não basta ser difí­cil para fazer certa uma receita errada. Fazer poli­tica é ter o senso de per­ce­ber isto.
Mas fazer polí­tica é ainda mais do que isto. E vamos ao meu segundo e mais subs­tan­cial argu­mento. Fazer poli­tica é ser capaz de dar sen­tido aos cami­nhos que se per­cor­rem, por mais agres­tes que estes sejam.  Fazer polí­tica é ser capaz dar nexo aos sacri­fí­cios. Não se trata de entre­ter a mara­lha com ilu­sões, não se trata de dis­tri­buir ópios ao povo, muito menos de pro­me­ter ama­nhãs que can­tam. Trata-se de recu­pe­rar para a gover­na­ção da polis uma visão mini­ma­mente con­sis­tente, soci­al­mente mobi­li­za­dora e mar­ca­da­mente ética do futuro. Trata-se, no fundo, de não esque­cer que os povos têm um direito ina­li­e­ná­vel à espe­rança. Eis, meus caros, onde tudo está a falhar.

Sublime!


O paraíso dos cães

Por Maria João Freitas, Portugal http://anamoradadewittgenstein.blogspot.com.br/
Há frases que nos seguem como cães obedientes, mesmo sem trela. Outras, que vêm connosco para casa dentro da transportadora do gato, sem ele dar por isso. No outro dia, no hospital veterinário, uma criança e a sua mãe visitavam uma cadela de 17 anos, recém-operada. A mãe explicou à filha que se a cadela fosse uma pessoa, já teria mais de 100 anos. E se não ficasse boa, era melhor ir para o céu, porque o céu também precisa de cães.

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“El imperio del culo” Por Silvia Ons 


via facebook


En la época actual, “lo privado sufre una transformación, haciéndose público y apto para el consumo –sostiene la autora–: el capitalismo tardío inaugura el imperativo de que se puede decir todo y mostrar todo, propiciando así la pérdida de la vergüenza”.


Por Silvia Ons



Alguien enuncia sus preferencias sexuales por Internet y de este modo esas preferencias toman un valor que antes no tenían, ya que transformadas en mercancías adquieren un valor agregado. Tal valor tiene su analogía con el valor de cambio descrito por Marx, en la medida en que ingresa al mercado lo que antes era solo valor de uso. Aquí hay que entender el mercado no sólo desde el punto meramente financiero, sino como una vitrina en la que algo se da a ver, para ser elegido según “el gusto”. Y, de la misma manera en la que cualquier experto en economía sabe que la oferta genera demanda, habría que preguntarse si el gran abanico de perversiones en la actualidad no está favorecido por las mismas ofertas.

Lo privado sufre una transformación, haciéndose público y apto para el consumo. En tal transmutación, los “apetitos” adquieren una consistencia insospechada, como si la posibilidad de confesión y de concreción les insuflase un peso suplementario.

Reflexiónese en las frecuentes cavilaciones de algunos adolescentes acerca de la identidad sexual: esas dudas son pronto sofocadas cuando lo que antes era una fantasía es considerado como indicador de una certera preferencia sexual. No se trata de demonizar Internet, negando sus notables beneficios en otros aspectos, sino de profundizar en nuestra contemporaneidad, para advertir que todo lo que le ocurre a un sujeto es rápidamente subsumido a una supuesta identidad del ser: si una chica piensa en demasía en una amiga, es lesbiana; si come mucho dulce, bulímica; si experimenta cambios anímicos, “bipolar”. Al eclipsar los matices de las cosas, tales nominaciones borran su misterio, y muchas veces antes lo que podía ser para un sujeto un pensamiento, una conducta esporádica o una fantasía, se torne prontamente en una clave que responde a lo que sería la real identidad. Y cuando un sujeto está desorientado –algo muy habitual en estos momentos– se aferrará tanto más a aquello que le daría un supuesto ser.

Freud, en Lo inconsciente, se refirió a ciertas fantasías que circulan sin demasiada intensidad, hasta que, al ser recibidas de determinadas fuentes, toman otra importancia. Internet funciona como una fuente adicional, que ofrece la oportunidad de brindarse como ávidas prendas en un escaparate en el que encontrarán respuesta sin demora. Recuerdo la feliz expresión de Lacan acerca del fantasma como prêt à porter, listo para ser llevado, listo ahora para ser llevado por la vía facilitada de la vitrina informática.

Los fantasmas se muestran así sin mediaciones y los sujetos se tornan idénticos a sus supuestas inclinaciones pulsionales, hasta llegar a tener el nombre de esas inclinaciones –“los caníbales”, “los sádicos, “los masoquistas”, “los fetichistas”, “los bisexuales”, “las bulímicas”, “las anoréxicas”, “los drogadictos”, “los homosexuales”–, perdiendo singularidad, para formar parte de una clase. Notablemente, los sujetos ya no están representados por significantes rectores que los nominan en el espacio público, y que clásicamente señalan su lugar en lo social, sino por maneras de gozar que, inusitadamente, se confiesan.

Traseros

Pensemos en la importancia mediática del “trasero” en nuestros días; el asunto trasciende la concreta atracción por esa parte del cuerpo. En efecto, el gran goce de la época consiste en develar todo aquello que está “por detrás”. Ese gusto incluye la fascinación por los backstages, la complacencia voyeurista por Gran Hermano, la impulsión por dar a ver fotos con procacidades sexuales, los chismes artísticos (proliferan los programas “especializados” en ese rubro) y todo aquello que muestre lo que hay detrás de bambalinas. En otro orden, lo mismo se revela en el deleite por sondear qué hay detrás de la vida de un gran hombre, qué secreto lleva en las espaldas, cuáles son sus debilidades de sus aventuras libidinales. Al pretendido lema de hacer aparecer los aspectos más humanos de las figuras relevantes subyace el placer mórbido de rebajar la imagen, metafóricamente “mostrar su trasero”, igualarlo con el de todos.

No es casual que esa parte del cuerpo sea aquella en la que los sexos no se diferencian; el “imperio del culo” es así, el imperio de la igualdad, donde las diferencias que sí importan se reducen a... tener un buen culo o no (o a los distintos formatos a los que se alude: estilo “pera”, “campestre”, “melones”...).

Y todo ello va en desmedro de la importancia del rostro en su máximo valor expresivo, en su extremo más sensible. ¿Acaso no se lo tapa, cuando se quiere que no se identifique a una determinada persona? Por lo menos no deben verse los ojos, lo cual indica el poder para el reconocimiento que alberga la mirada.

Jacques-Alain Miller habla de la desaparición de la vergüenza como uno de los síntomas de la época, y lo articula con la muerte de la mirada de Dios; la desvergüenza es la puesta en escena de las consecuencias de esa muerte. El capitalismo tardío inaugura el imperativo de que se puede decir todo y mostrar todo, propiciando así la pérdida de la vergüenza. ¿Y no se ancla acaso el sentimiento de vergüenza en ese rostro que se sonroja cuando se intentan levantar los velos? Es que la vergüenza opera como guardiana de una reserva, preserva lo más íntimo, hace tope.

Al desvergonzado se lo llama “caradura”, y de este modo se alude a un rostro que ha perdido sensibilidad y que ya no experimenta ningún pudor. Se dice que “no tiene cara” a quien ha perdido la vergüenza, mostrando así la asociación necesaria entre los dos términos. Se nombra como “descarado” al impúdico y, otra vez, es siempre la supresión del rostro la que se indica.

No por nada las reflexiones que gravitan en torno de la vergüenza vuelven una y otra vez a la importancia de la mirada. En la célebre reflexión sartreana (El ser y la nada), la juntura entre ambas testimonia la presencia del Otro. Descubro, sin duda, a través de la vergüenza, un aspecto de mi ser. Sin embargo, aunque algunas formas derivadas de la vergüenza puedan aparecer a partir del plano reflexivo, ella no es originariamente un fenómeno de reflexión. En soledad puedo experimentarla, pero su estructura primordial se yergue frente a la otredad; se trata del mirón que, al espiar por el ojo de la cerradura a quien no lo ve, es sorprendido por alguien que entra y lo ve espiando. La mirada del que lo descubre suscita vergüenza, y habla del arribo de la otredad: si hubiese llegado un animal, no la experimentaría: sólo la provoca el prójimo como tal. Y si quiero mirar esa mirada para defenderme, si pretendo así atentar contra su libertad, será la mirada y la libertad del Otro las que, desmoronadas, se me escapan. Quizás entonces, para Sartre, una mirada que, lejos de perturbar, incite al goce, habrá perdido su dimensión de alteridad. Reflexiones que conducen a pensar en el estatuto de la sociedad actual, tan sabiamente anticipada por Guy Debord en La sociedad del espectáculo.

Freud y Lacan no dejan de situar la vergüenza en su relación con la sexualidad y el goce; no es sólo el cuerpo que en su “para sí” está avergonzado de su “en sí” decadente. En todo caso, tal decadencia lleva el estigma de la sexualidad develada ante la mirada, al modo del mito bíblico en el que Adán y Eva cubren sus genitales cuando aparece la idea de pecado. En otra línea, Levinas (1999, De la evasión, Madrid, Arena Libros) plantea que la vergüenza no deriva de la conciencia de una imperfección o carencia, sino de la imposibilidad de nuestro ser para desolidarizarse de sí mismo. Así, en la desnudez experimentamos vergüenza por no poder esconder aquello que quisiéramos sustraer a la mirada.

Auge u ocaso

Recordemos una célebre expresión de Nietzsche: “Se debería respetar más el pudor con que la naturaleza se ha ocultado detrás de enigmas e inseguridades multicolores. ¿Es tal vez la verdad una mujer que tiene razones para no dejar ver sus razones?”. Encuentro aquí un eco de lo que se desprende del decir de Lacan: la mujer es la verdad por ser no toda. Pero entonces, si el pudor es la esencia de la verdad-mujer: ¿habría acaso en nuestra contemporaneidad una feminización del mundo, como sugieren ciertos autores? Creo más bien que al atravesarse las barreras del pudor y de la vergüenza, asistimos a un ocaso. Dicho de otro modo: el auge de las mujeres es, muchas veces, el auge de lo que se ha llamado la mujer fálica.

* Extractado del artículo “El trasero no es el rostro”, en Violencia/s, de reciente aparición (Ed. Paidós).

Página 12. 3 de septiembre de 2009

quarta-feira, 17 de outubro de 2012

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"Investimento em educação vai quebrar o Brasil", declara Guido Mantega
 Enviado por Grozny Arruda. Grata.
por Julio Cesar Cardoso  -  26.07.2012


A Câmara Federal aprovou, em 26/06/2012, por unanimidade - e agora a matéria está sendo analisada no Senado - o Plano Nacional de Educação (PNE), que prevê, entre outras metas educacionais, investimento de 10% do Produto Interno Bruto (PIB) em educação, a ser alcançado no prazo de dez anos. O texto aprovado determina que sejam ampliados os atuais recursos de 05,1% do PIB para 07% no prazo de cinco anos até atingir os 10% ao fim da vigência do plano.

O ministro da Fazenda, Guido Mantega , criticou, dia 04, as medidas aprovadas pelo Congresso. "Isso coloca em risco as contas públicas. Isso vai quebrar o Estado brasileiro", disse durante o Seminário Econômico Fiesp-Lide, em São Paulo. Explicou o ministro que o país caminha em 2012 para um dos menores déficits fiscais de toda a série histórica, em torno de 1,4% do PIB, bem como que "É com solidez fiscal que se abre espaço para reduzir os juros. Nossa dívida líquida em 35% do PIB é a menor de todos os tempos. Nossa situação fiscal é bastante sólida".
 
Causa perplexidade a forma como o ministro Guido Mantega trata a educação no Brasil, quando deveria ser a primeira preocupação dos governos. Investimento em educação não se mede como gastos, senhor ministro. A preocupação com a educação deveria ser um projeto de curto, médio e longo prazo de qualquer governo nacional e a principal prioridade das plataformas governamentais. E o Congresso Nacional está muito certo em aprovar medidas positivas direcionadas ao fortalecimento de nossa educação.

Não se constrói nem se reedifica uma nação sem investimento maciço na educação e cultura de seu povo. O Brasil tem uma dívida com a sua educação que precisa ser purgada não com retóricas ou tergiversações, mas com medidas efetivas que possam responsabilizar qualquer governo.

Ora bolas, que risco poderá comprometer a nossa solidez fiscal com a canalização de recursos para o fortalecimento da escola que irá produzir os alicerces de nossa estrutura social, financeira, econômica etc.? O país poderá quebrar por outras razões, mas não por investimentos educacionais.

Quanto se gasta inutilmente com a manutenção ostentosa dos Três Poderes, em Brasília: salários fabulosos, mordomias, privilégios e tudo o mais? Não se vê do governo federal uma prestação de contas à sociedade do que é arrecadado e onde o dinheiro está sendo aplicado. Por exemplo, não existe no plano federal um índice único de reajuste salarial nos Três Poderes. Por quê? A Constituição Federal no Art.37-X determina uniformidade de índice de reajuste salarial. Agora mesmo os servidores sem concurso dos gabinetes de deputados federais foram reajustados em 30%.

Se o Congresso, acossado pelas críticas sociais, não fizer a sua parte tornando o Plano Nacional de Educação mais consentâneo com as necessidades educacionais, quando o governo tomaria medidas realistas, se ele está mais preocupado em vender a imagem de um Brasil robusto, de solidez fiscal, etc., enquanto graves problemas sociais e educacionais não são combatidos com a competência devida? Não adianta apresentar o doente todo maquiado de cor saudável se o seu organismo não está funcionando bem.
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Texto publicado no Jornal Grito Cidadão
 *Júlio César Cardoso é bacharel em Direito e servidor federal aposentado juliocmcardoso@hotmail.com

Mulheres


Do Facebook Casa Aberta
CADA GERAÇÃO TEM A SEU ENCARGO INTEGRAR AQUILO QUE NAS GERAÇÕES PASSADAS FOI MOTIVO DE DESINTEGRAÇÃO. O CAMINHO DAS PULSÕES DE VIDA É LENTO PORQUE O AMOR NÃO PODE SER INVASIVO. POR ISSO, É CONSISTENTE.
Este fin de semana hemos conocido la noticia de que la Corte Civil en Botswana ha reconocido y otorgado el derecho a las mujeres a ser herederas de la propiedad familiar.

Esta sentencia es importante no sólo para las mujeres de Botswana si
no de otros países de África, donde empiezan a revisarse leyes discriminatorias para las mujeres, muchas de las cuales, como esta sobre la imposibilidad de here
dar, las condena a la pobreza cuando fallecen sus padres o sus maridos.

En su sentencia, el juez aseguró que «ha llegado el momento en que este tribunal se convierta en la comadrona que asista al parto de un nuevo mundo que lucha por nacer». Botswana ha dado un paso muy importante... Esperemos que otros países se sumen a la tarea de construir ese nuevo mundo.
Foto: Este fin de semana hemos conocido la noticia de que la Corte Civil en Botswana ha reconocido y otorgado el derecho a las mujeres a ser herederas de la propiedad familiar.

Esta sentencia es importante no sólo para las mujeres de Botswana sino de otros países de África, donde empiezan a revisarse leyes discriminatorias para las mujeres, muchas de las cuales, como esta sobre la imposibilidad de here
dar, las condena a la pobreza cuando fallecen sus padres o sus maridos.

En su sentencia, el juez aseguró que «ha llegado el momento en que este tribunal se convierta en la comadrona que asista al parto de un nuevo mundo que lucha por nacer». Botswana ha dado un paso muy importante... Esperemos que otros países se sumen a la tarea de construir ese nuevo mundo.

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UNISINOS

NOTÍCIAS » Notícias

O ponto de vista do outro. Entrevista com Jurandir Freire Costa

O futuro parece sombrio. Anuncia-se a decadência de valores éticos e a ‘saída da religião’, fenômeno que distancia o Ocidente cada vez mais de suas raízes judaico-cristãs. Em meio a tantos pensadores contemporâneos que manifestam uma visão catastrófica das transformações que vivemos, o psicanalista e professor do Instituto de Medicina Social da Universidade Federal do Rio de Janeiro Jurandir Freire Costa desponta como um defensor dos valores tradicionais. Em seu livro O ponto de vista do outro: figuras na ficção de Graham Grenne e Phillop K. Dick(Garamond, 2010), ele se serve dos mundos criados por esses dois ficcionistas para demonstrar que, na verdade, não perdemos de vista os valores éticos que sempre regeram, de uma forma ou de outra, a sociedade ocidental. E vai além: devemos recuperar nossa matriz judaico-cristã – em forma laica ou espiritual – para nos apropriarmos com maior veemência e consciência de seus dois elementos básicos: justiça e amor.

A entrevista é de Isabella Fraga e publicada no Suplemento Trimestral da Revista Ciência Hoje, março 2012.

Eis a entrevista.

Uma linha que pauta muitas obras é a de que o mundo desencantado, no qual vivemos, não perdeu seus parâmetros éticos e morais. Que parâmetros são esses?

Existe, hoje, em boa parte do discurso filosófico e das ciências humanas – inclusive o da psicanálise – uma tendência a não apenas diagnosticar o que acontece, mas também a fazer previsões catastróficas. Essa inclinação tem como base a transformação brutal do mundo institucional, baseado na família, nos ideais políticos e na elaboração dos sentidos de vida por parte dos indivíduos. Um dos suportes do equilíbrio mental é o sentimento de que a vida vale a pena. Mais do que a nossa vida individual, é o que deixamos no mundo que tem valor e acrescenta algo às futuras gerações.

Em O ponto de vista do outro, argumento que nosso ideário ético fundamental, baseado nos valores judaico-cristãos, não foi perdido. Em nossa constituição como sujeitos estão implícitos os ideais de justiça e de amor que se impõem às mais diversas concepções que temos da realidade e da subjetividade. O ideal de justiça estabelece a equidade no tratamento dado a todos, e o de amor, o respeito e a aceitação da singularidade de cada um.

Foi com esse intuito que usei o artefato de dois ficcionistas, o inglês Graham Greene (1904-1991) e o norte-americano Phillip K. Dick (1928-1982), para ilustrar a hipótese teórica. Ambos tratam dos conceitos de justiça, realidade e subjetividade. Os personagens de Dick são robôs ou crianças completamente desviantes do que concebemos como seres humanos típicos. É um mundo fantasmagórico, assustador, mas que mostra a presença dos ideais de justiça e amor na constituição subjetiva.

Como o senhor vê o impasse contemporâneo entre uma moral universal, válida para todos, e a extrema valorização do indivíduo e de sua liberdade?

Essa é uma questão crucial. A pós-modernidade e as leituras genealógicas feitas nos últimos 60 anos sobre ética afirmam que o universalismo é um cacoete filosófico, ocidental e racionalista, que esconde sua relatividade histórico-cultural. De fato, o universalismo não é defensável se o convertermos em código capaz de definir desde sempre e para sempre o que é o ‘bem’ e o ‘mal’. Na concepção de universal que sustento, no entanto, não existe essa pretensão. Uma tradição reivindica a universalidade até que outra venha substituí-la. Não há como fugir das fronteiras estabelecidas pela história, pela linguagem, pelas visões de mundo possíveis num dado espaço cultural.

Autores como Giorgio AgambenSlavoj Zizek e Jacques Derrida, nos quais me apoiei, embora não explicitem claramente a ideia, buscam nas fontes judaico-cristãs uma matriz conceitual capaz de fazer face ao desafio ético representado pelo desencantamento do mundo. Para Agamben, o sujeito age eticamente quando toma distância dos modelos de identidade existentes para guardar intacta a potencialidade de ser sempre outro. Derrida, por sua vez, criou o conceito de “justiça por vir” e “democracia por vir” como um tipo-ideal ético que, embora jamais se realize, deve orientar a ética de “responsabilidade para como outro”. E Zizek defende a noção de ética como ruptura com os hábitos dominantes, renovação nas formas de conceber o mundo que nos leve a respeitar a singularidade de cada um.

Esses autores chamam a atenção para o fato de que a decisão ética é sempre uma decisão de risco. Jamais poderemos ter absoluta certeza de que conhecemos o ser humano a ponto de julgar o que é melhor para nós mesmos e para o outro com a isenção de quem aplica uma lei infalível. Para eles, não existe ética universalista de princípios, uma ética que, de antemão e por inferência lógica, determine o que é certo ou errado. Contamos com as ideias de justiça e de amor para dar passos éticos tateantes, que deverão ser retificados em função do respeito à equidade de à singularidade humanas. Somos seres de experimentação e nossa única salvação é a fidelidade ao credo da justiça e do amor. Esse credo é o que nos permite incluir no convívio humano aqueles que, à primeira vista e num determinado momento da história, parecem ser ‘diferentes’ da ‘maioria’.

No livro, o senhor afirma que a ética é a relação com um outro singular, relação esta que seria sempre mediada por um ‘terceiro’. Qual o papel desse ‘terceiro’?

Meu modelo de relação com o outro vem de Freud. Na mediação da relação do sujeito com o outro está o terceiro da linguagem, dos ideais, da cultura. Ao falarmos, há sempre um outro que fornece o vocabulário sem o qual não poderia haver interlocução. Em nossa conversa, por exemplo, é pelo filtro dos hábitos culturais que escuto o que me é dito e procuro responder. Para que o diálogo seja possível, é necessário que possamos entender a significação dos temas que abordamos e que partilhemos um solo ético razoavelmente consensual.

Essa série de regras e injunções simbólicas é o que chamamos de ‘terceiro’. É o terceiro que me permite saber que você é um outro, é ele que define quem é meu ‘próximo’ e quem é o ‘estranho’, o ‘estrangeiro’. É nele, sobretudo, que aposta, sem poder garantir, na disposição do outro para me entender e vice-versa. Sem essa confiança atribuída gratuitamente ao outro, e que se baseia na experiência cognitivo-afetiva, não haveria convívio humano. Os outores que pronunciam a catástrofe na cultuar afirmam que esse terceiro foi riscado do mapa ético. A premissa é de que sem as normas e as leis tradicionais, aplicadas e reguladas pelas instâncias familiares, religiosas, políticas, etc., já não sabemos distinguir entre liberdade e irresponsabilidade, prazer e voracidade, autointeresse e egoísmo, dignidade e rebaixamento dos predicados humanos ao status de mercadoria, sociabilidade e submissão às injunções do mercado. Em grande parte, isso é verdade. Só não concordo que tenhamos jogado fora a balança de julgamento disso tudo. Até o fato de podermos fazer tal diagnóstico indica que dispomos de um metro para medir o descalabro.

Ao abordar o consumismo, o senhor faz uma distinção entre o comprador e o consumidor...

Sim, este último teria surgido, efetivamente, no final do século XIX e início do século XX, como pensa o sociólogo Colin Campbell, que fala da relação entre sentimentalismo e consumismo. Antes de a indústria começar a produzir excedentes, os supérfulos já eram comprados, mas tinham outra função: reforçar o apreço pelas crianças, a intimidade dos casais, o aconchego doméstico, o vínculo entre as gerações. Havia uma demanda de que o objeto – pratos, mesas, toalhas, móveis – prolongasse a memória da família. Tudo isso contava as histórias das gerações; tudo isso era feito para permanecer e testemunhar o esforço dos sujeitos para transcender a duração da mera vida biológica. O supérfulo de então tinha uma função cultural completamente diversa do supérfulo de hoje. 

Hoje, tornamo-nos consumidores em vez de compradores porque o produtos têm caducidade programada. A própria indústria torna os objetos obsoletos, bem como nossos modos de viver, sentir, amar. O consumo de bens e de sexo tornou-se um imperativo para que possamos nos sentir felizes e reconhecidos pelo outro. Tornou-se um fetiche, no sentido próximo ao de Marx, o fetiche do dinheiro, e ao de Freud, o fetiche sexual. Ou seja, perde-se a consciência das circunstâncias que deram origem ao objeto (ou modo de pensar) para ocultar a nova função que lhe é atribuída.

Assim ocorreu, por exemplo, com a revolução sentimental amorosa dos séculos XVII e XIII. Essa revolução foi empreendida para combater a cultura das castas e linhagens, vigentes no sistema absolutista, que se utilizada dos corpos e afetos como engrenagens na transmissão de interesses materiais de poder e de riqueza. A reação romântica a esse modelo inicialmente expandiu o espectro da liberdade humana. Os futuros cônjuges se tornaram mais livres para se escolherem mutuamente com base nas ligações afetivas. O ‘comprismo’ sentimental foi uma decorrência, entre outras, da revolução na esfera amorosa-conjugal-familar. Os bens supérfulos eram adquiridos com vistas à consolidação do valor moral da família burguesa e de seu correlato afetivo, o romantismo amoroso. Mais tarde, essa reação se descolou de qualquer promessa de libertação e se tornou substitua de muitos ideais postos em segundo plano por uma sociedade que busca a fragmentação dos laços sociais para o individualismo consumista. É evidente que isso é eticamente empobrecedor, mas – insisto – constatar o problema não é vaticinar o apocalipse. Milhões de pessoas nesse mundo globalizado pensam que a vida deve ser diferente. E o problema, aí, não é apenas o capitalismo, embora este seja a maior fonte de destruição de valores tradicionais. O problema é como valorizar, mostrar a verdadeira grandeza dos ideais democráticos, embaçada pela ideia de que a sociedade deve ser vista como um mercado de troca e venda de produtos e sujeitos como consumidores. 

Como isso se liga ao resgate dos valores modernos?

No universo grego ou romano, as ideias de igualdade, fraternidade e liberdade seriam vistas como esdrúxulas. Ninguém podia imaginar que a igualdade e a liberdade fossem um bem de todos. Não havia ‘todos’; havia castas, estamentos, estratos incomunicáveis. A ética greco-romana era a de honra, da bravura ou, no máximo, da sabedoria. Poucas coisas eram mais degradantes, naquela cultura, do que se deixar levar pela paixão ou pelo sentimento. Compassividade, cuidado com os mais frágeis, receptividade para o ‘diverso’, o ‘estrangeiro’, eram sinais de fraqueza. O que importava era a estética da vida, o governo de si, a harmonia, a reputação. Ao contrário disso, na matriz judaico-cristã, o deficiente físico ou o escravo é um irmão, um igual diante de Deus. O advento dessa ética foi uma novidade cultural gigantesca. A democracia moderna é herdeira desses ideais. São eles que nos fazem repudiar a corrupção, a violência do poder político ou econômico, a utilização mercantil e oportunista da credulidade religiosa dos mais simples, o preconceito sexual ou de classe etc. São eles que, igualmente, nos permitem criticar a maneira leviana com que esse fala de amor e sexualidade, uma maneira que tornou milhões de pessoas algozes de si mesmas, tais são as exigências que fazem para serem felizes e tal a freqüência com que se expõem a sentimentos de perde, desilusão e conflitos sexuais amorosos.

Se, na sociedade atual, os indivíduos antes excluídos são considerados iguais, quem são os novos excluídos?

As pessoas envelhecidas, os viciados, os obesos, os sedentários, os perdedores econômicos. Essas pessoas são olhadas como fracas, como se não tivessem direito à plena cidadania cultural. Há também os excluídos do consumo, os pobres que o capitalismo gera e que, convertidos ao consumismo, não podem adquirir o que cobiçam e se tornam delinqüentes. A nossa sociedade também produz o fetiche do vencedor – no sexo, no amor, no esporte, no dinheiro, no poder. Ninguém é bom suficiente para chegar ao pódio do espetáculo e, por isso, muitos recorrem às drogas legais como meio de suportar as ordens dos ideais tirânicos que constroem para si. Esse é outro fetiche que podemos desmascarar com o auxílio da matriz ética judaico-cristã, em sua versão leiga ou espiritual.

A reabilitação de algumas referências judaico-cristãs não traz o risco de se recuperar também características vistas como negativas, como a culpa?

A ideia de culpa é muito forte no cristianismo, mas acho que não se pode viver sem culpa. Uma coisa é criar uma religião do terror, para dominar as massas, dizendo-se uma a criança, por exemplo, que a masturbação é um passaporte para o inferno. Esse é um moralismo típico da burguesia do século XIX e do início do século XX que se associou à religião para defender seus ideais.

Ao defender o restabelecimento leigo ou espiritual do valor da ética judaico-cristã, não me refiro ao aparato religioso comprometido com o poder temporal ou com objetivos político-econômicos escusos, como foi o caso de séculos e séculos de domínio de reinados protestantes ou católicos na Europa. Refiro-me à recuperação dos princípios de justiça e de amor, que tem um elemento ‘indesconstrutível’, para falar com Derrida. Não podemos pensar que qualquer conduta humana é justificável ou passível de aceitação. Ao dizer que “a desconstrução para na justiça”,Derrida afirma que existe um claro limite para o que podemos e o que eu não podemos fazer. Esse limite tem suas balizas na tradição ética do judaísmo e do cristianismo. Bem entendido, me refiro à tradição ocidental, e não a outras culturas, como as regidas pelo islamismo, pelas religiões espiritualistas asiáticas ou quaisquer outros sistemas de preceitos éticos.

Derrida considera que a “justiça é por vir” é uma condição de possibilidade do convívio humano. Esse pressuposto é válido apenas para aqueles convertidos ao ideal da justiça, não é universal no sentido de extra-histórico, ou extracultural. Ele se mantém em pé enquanto estivermos convictos de que é preferível a outros candidatos ao posto de fonte de recursos éticos. Caso viéssemos a abrir mão das ideias de justiça e amor, poderíamos tornar-nos absolutamente alheios à miséria, à fome, à humilhação, à tortura, à exploração do outro. No mundo da “justiça por vir”, o poder econômico, político, científico, religioso, artístico e qualquer outro têm limites – os limites do respeito à igualdade de todos e à diferença de cada um, dito de outra maneira, de respeito ao próximo. Gosto muito da resposta de Zygmund Bauman quando lhe perguntaram como julgava uma sociedade. Ele respondeu mais ou menos assim: 

“Julgo uma sociedade pelo lugar reservado aos

seus pobres e desvalidos”.

Como o saber psicanalítico pode servir de instrumento para a compreensão dos conflitos contemporâneos?

Em primeiro lugar, reafirmando que o sofrimento é parte constitutiva da vida. Em segundo, que se pode lutar contra o sofrimento sem recorrer a procedimentos de evasão como humilhar o outro mais frágil, dominá-lo ou se desonerar da responsabilidade de construir um convívio social mais favorável à expressão do que temos de melhor. Em terceiro, admitindo a ideia de que, como pessoas, não temos um substrato fixo. O sujeito é um nome, um suporte para uma série de experiências vividas ou imaginadas: a realidade biológica mutável do sujeito desde que nasce até o envelhecimento e a morte, a realidade dos percursos profissionais, a situação de classe social, as preferências estéticas, sexuais, morais, espirituais etc. Uma vez que se admite isso, o convívio humano sob a égide da “justiça por vir” tornas-se um pouco mais fácil. Aderir a esse ideal significa não congelar a própria identidade em qualquer etiqueta ideológica que nos obriguem a portar: branco, negro, burguês, pobre, herege, religioso, ateu, conservador, revolucionário etc. O sujeito da “justiça por vir” é aquele que sabe que pode ser muitas coisas e que vai ser, para sempre, um enigma para si próprio: para cada lado claro da existência humana existe outro deixado na obscuridade. O que permanece e incomoda é que sofremos. E se viermos imobilizar o sujeito numa identidade fixa, ele vai perder a plasticidade e tender a usar meios patológicos ou violentos para lidar com sofrimento. Pode recorrer facilmente à rivalidade persecutória, criando inimigos imaginários, bodes expiatórios que ‘expliquem’ a razão de suas perdas, frustrações, irrealizações. A psicanálise pode ajudar-nos a entender melhor esse estado de coisas. 

Uma das características da pós-modernidade não é a falta de identidades fixas?

Diz-se que a característica da pós-modernidade é a flexibilidade, a adaptação camaleônica às novas situações. Isso é uma meia-verdade, uma mistificação. A mudança a qual se alude aqui é a que segue a injunção cínica do princípio de que O leopardo, de Lampedusa: “tudo deve mudar para que tudo fique como está”. A abertura para novas formas de subjetivação a que se referem DerridaAgamben Zizek não visa renovar permanentemente o fôlego da sociedade do espetáculo e do mercado. Não é a flexibilidade de horizontes estreitos, a flexibilidade exigida pelo próximo movimento da indústria e do comércio da moda. Essa flexibilidade nada tem a ver com abertura para a experimentação, para a reinvenção de formas de convívio mais justas. É uma flexibilidade que fixa os indivíduos em identidades competitivas, voltadas para alcançar os mesmos ideais calcificados nas imagens do sucesso midiático. Em poucas palavras, mude para ser aquilo que lhe ensinaram a desejar ser, mas que você não conseguiu ser sendo assim como é. Nesse caso, o móvel da mudança é a concorrência predatória ou ressentimento. Não é esta visão de mundo da ética judaico-cristã, recobrada em sua vitalidade leiga por DerridaAgamben Zizek, entre outros.

E como disse o Solda....

Foto de Habemus Papam

Muitas atividades acadêmicas, um pouco de instabilidade na saúde, uma certa chateação com essa coisa de esquerda  e direita...

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Do Blog do Solda aqui

E é por isso que não saudei o julgamento do mensalão. Fiquei triste mesmo. Não pelo julgamento, mas pelo esquecimento dos programas socialistas; lembrei-me da Reforma da Previdência em 2003 que nos jogou na vala dos aposentados mortos. Uma reforma que os tucanos queriam e tentaram fazer e que foi regiamente feita pelo esquema mensalão. 

No meio desse estranhamento, fiquei quieta, mais por instinto de preservação que afinal embota mesmo nossa capacidade de pensar. 


Portugal...


O não-oe: teoria geral do sufoco

de JOANA LOPES

Já li dezenas de notícias e comentários críticos ao Orçamento de Estado. Escolho esta crónica de José Reis, inserida no Público de ontem (sem link). Está lá tudo. (Os realces são meus.)

«Quando havia pensamento e memória, isto é, antes da “teoria geral do esquecimento” (tomo de empréstimo o título magnífico do livro de José Eduardo Agualusa) se ter tornado dominante, o Orçamento do Estado (OE) era um instrumento fundamental da vida coletiva e da organização da economia e da sociedade. Na verdade, o Estado, independentemente da filosofia que se adotasse, era uma presença reconhecível em nome de princípios minimamente aceitáveis. Nos tempos mais recentes, os orçamentos foram sobretudo avaliados pelas injustiças relativas que apresentavam ou pelos desequilíbrios variados que introduziam. E foram muitos e graves. Mas o OE para 2013 é o orçamento da injustiça absoluta e do efeito sufocante geral. Ninguém descobrirá uma novidade, por mais contas que faça, que destoe do espectro obscuro da destruição. É um fado de uma nota só, um caso raro de insensatez. Na sua última apreciação, o Tribunal Constitucional pronunciou-se sobre a desigual repartição dos sacrifícios. Invocou princípios de justiça relativa. Não me admiraria que a teoria constitucional, felizmente reavivada da canibalização que dela fizeram os cultores do estado de excepção e da bondade do empobrecimento, viesse agora invocar princípios de ordem absoluta. O problema é que todos os limiares de capacidade para suportar a punição fiscal foram ultrapassados. É isto, em suma, o OE para 2013. Os caminhos cruéis também são caminhos. Já há muita gente a perceber que o sufoco se resolve por uma denúncia do memorando e por uma renegociação corajosa de uma dívida ingerível. E que isso é urgente. Talvez haja economia e sociedade depois disso.» 

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Boa pergunta do Blog de Joana Lopes

segunda-feira, 1 de outubro de 2012

Portugal, depois de 15 de setembro...

do Blog Passa Palavra, Portugal

15 de Setembro: declarar vitória?

18 de setembro de 2012  
Categoria: Portugal
Perante a mobilização de centenas de milhares de pessoas, o caminho mais fácil é declarar vitória. O uso do essencialismo parece-nos, contudo, pouco útilPor Passa Palavra

O contexto
A manifestação no Porto
A 7 de Setembro, o primeiro-ministro de Portugal, Pedro Passos Coelho, dirige-se ao país em direto [ao vivo], antes de um jogo da seleção nacional de futebol. Nesta intervenção, anuncia o aumento de 7% do valor da taxa social única (TSU) a pagar pelos trabalhadores do privado e a diminuição em 5% do montante imposto às empresas. Uma medida que se vem juntar ao vasto pacote de austeridade que se acumula desde a primeira intervenção da Troika (FMI, Banco Central Europeu, Comissão Europeia) em 2010.
Ainda durante o governo do Partido Socialista (PS), a aplicação da receita austeritária pautou-se pelo congelamento de admissões e progressões de carreira para a função pública, aumento de impostos sobre o consumo, cortes no vencimento dos funcionários públicos superiores a 1500 euros, congelamento de pensões e aumento das taxas moderadoras nos hospitais.
Em meados de 2011, face aos constantes «avisos à navegação» realizados por autoridades económico-financeiras – da Troika às agências de rating –, a nova coligação governamental (Partido Social Democrata e Partido Popular) quebra a promessa eleitoral de não aumentar os impostos, aprovando um imposto extraordinário sobre os rendimentos equivalente a 50% do subsídio de Natal. Dias depois, é anunciado o corte dos subsídios de férias e de Natal dos trabalhadores do Estado. Paralelamente, verificam-se aumentos nos transportes públicos na ordem dos 15%, bem como no gás e na eletricidade.
No meio desta vaga de medidas, o governo altera a legislação laboral, facilitando os despedimentos, quer por via do alargamento do princípio de «inadaptação» do trabalhador ao seu posto quer através da diminuição das indemnizações por despedimento sem justa causa. A receita, no entanto, não surtiu efeitos. O fato da austeridade constituir um paradigma de governo económico transnacional levou a que a esperança no aumento das exportações não passasse disso mesmo. A exponencial subida dos preços e dos índices de desemprego acabou assim por conduzir à redução do poder de compra, à falência de pequenos negócios e, consequentemente, a um agravamento do desemprego [1]. Numa roda livre que se reproduz incessantemente e que não poupou aquela que, supostamente, seria a «menina dos olhos» dos partidos do centro: a mítica «classe média».
A manifestação em Lisboa
A natureza ideológica do termo «classe média» revela-se no caso português. O débil tecido produtivo nacional fez dos custos, não do produto, a sua vantagem competitiva, obtendo lucros fáceis a partir de salários baixos e dos mais variados «contorcionismos» fiscais. A injeção de fundos estruturais a partir de 1986, ano em que Portugal passa a integrar a Comunidade Económica Europeia (CEE), permitiu, no entanto, que uma importante parte da população portuguesa viesse a usufruir de casa própria, automóvel e férias uma vez ao ano. Um conjunto de regalias que detinha uma relevante componente simbólica, assinalando um status superior.
Entretanto, e apesar das ajudas financeiras, as estruturas produtivas pouco reformularam os seus pressupostos de funcionamento e a sua área de atividade. A sua modernização limitou-se apenas ao recurso às novas modalidades contratuais, mais «flexíveis», continuando assim a apostar no fator custo.
O fim do sonho da «classe média» iniciou-se, precisamente, em finais da década de 90, ao descobrir que os investimentos realizados nos seus filhos não haviam obtido os resultados esperados. Embora distante dos níveis da Europa mais «desenvolvida», e ainda com uma percentagem de abandono escolar bastante elevada, Portugal assistiu nos últimos anos à massificação do ensino secundário e superior. Porém, à saída da escola e da universidade, o jovem qualificado encontrou, na melhor das hipóteses, o emprego precário no centro comercial ou no call-center, algo apresentado como «sempre melhor do que estar desempregado». A «classe média» confrontava-se assim com a sua esterilidade. Uma frustração que, aliada aos constantes aumentos de preços, aos vários impostos inventados, ao crédito a pagar e, finalmente, à perda do emprego, levou a que, cabisbaixa, descobrisse os pés de barros sobre os quais assenta.
A manifestação
A comunicação das mudanças ao nível do pagamento da TSU originou um enorme surto de críticas, inclusive à direita. De notáveis do PSD, como Manuela Ferreira Leite, a presidentes de grupos económicos, como Belmiro de Azevedo, a oposição à medida foi geral, dadas as consequências restritivas sobre um poder de compra, por si só, já enfraquecido. A manifestação “Que se Lixe a Troika! Queremos as Nossas Vidas” acabou assim por adquirir uma dimensão inusitada. Com um discurso mais ambicioso do que as convocatórias anteriores, a manifestação partiu da iniciativa de um grupo de signatários individuais, quase todos eles ou figuras públicas de esquerda ou líderes de pequenas organizações. A decorrer em paralelo com manifestações em Espanha, a iniciativa espalhou-se a 40 cidades portuguesas e a alguns consulados portugueses no estrangeiro, tendo constituído talvez a maior manifestação das últimas décadas.
Em Lisboa, centenas de milhares de pessoas saíram da Praça José Fontana em direção à Praça de Espanha, num trajeto que procurava exprimir solidariedade com as mobilizações no país vizinho. Cerca de duas horas depois, na Avenida República, verificaram-se os primeiros momentos de tensão, com frutas, petardos [traques] e garrafas atiradas contra a sede da representação da Troika. Um indivíduo foi detido por polícias à paisana. Chegado ao fim do trajeto, milhares de pessoas, em geral mais jovens, decidiram continuar a manifestação, dirigindo-se para a Assembleia da República. A praça frontal do parlamento depressa se revelou demasiado pequena para a multidão que, durante mais de uma hora, foi chegando ao local. Foi aqui que se registaram os momentos de maior confronto entre manifestantes e autoridades policiais. Durante cerca de duas horas, garrafas, pedras e frutas foram lançadas de cada vez que as autoridades aumentavam os seus efetivos nas escadarias. Estas, por sua vez, realizaram pequenas cargas policiais, tendo, no final, detido quatro pessoas.
A atuação da polícia constituiu, aliás, uma das novidades desta manifestação. Ao contrário dos acontecimentos verificados na greve geral de 22 de Março [2], as forças policiais optaram por uma atuação mais estratégica: igualmente focada na demonstração de força, a sua ação revelou-se, contudo, menos centrada na violência desproporcional e mais concentrada na identificação de ameaças e no recurso a agentes à paisana na produção de detenções.
E agora?
Perante a mobilização de centenas de milhares de pessoas em todo o país, o caminho mais fácil é certamente declarar vitória. De bestas passivas, os portugueses ascenderam, repentinamente, a ativistas bestiais. O uso do essencialismo, por crença ou estratégia, parece-nos, contudo, pouco útil, dado o seu cariz a-histórico e, desde logo, não estratégico.
Uma manifestação que consegue encher as ruas de várias cidades do país, proporcionando momentos de alguma radicalidade [3], constituirá sempre um dado importante. No entanto, existem problemas estruturais, dificilmente resolúveis num só dia. Em primeiro lugar, conforme as pistas que aqui já foram dadas, a manifestação não deixou de revelar a falta de um horizonte político. Uma grande parte das pancartas e cartazes empunhados por manifestantes continua a ser preenchida por desabafos ou por simples recusas – do «Estou farto…», ao «Basta», passando pelo «Não à…”, as quais assinalam a inexistência de um projeto político mínimo. Sem este, qualquer crítica a apontar a partidos políticos e sindicatos, por mais certeira que seja, corre o risco de assumir uma posição meramente defensiva, facilmente manipulável por populismos e/ou poderes carismáticos. Em segundo lugar, não só a Grândola Vila Morena [hino da Revolução dos Cravos] foi menos cantada do que A Portuguesa [hino nacional], como a bandeira nacional foi, de longe, o símbolo mais visto em toda a manifestação [4]. Deste ponto de vista, o fato das políticas de austeridade resultarem de um processo de ingerência externa, alegadamente dedicado à diminuição da dívida pública, parece ter primazia sobre o cariz internacional do mesmo, com igual tipo de diagnóstico e de intervenção a ser realizado noutros países, como Grécia, Espanha ou Irlanda.
15 de Setembro constituiu, certamente, a prova de que ninguém anda a dormir. Porém, ele próprio indicia o quão longo e tortuoso será o caminho a percorrer.
Notas
[1] Ver o artigo “Crise na zona euro: ai, ai Portugal”, de João Bernardo , publicado no Passa Palavra.
[2] Ver o artigo “22 de Março de 2012: um dia para recordar”, de Ricardo Noronha, publicado no Passa Palavra.
[3] No Porto, algumas montras de bancos e seguradoras foram danificadas. Em Aveiro, um jovem de 28 anos imolou-se pelo fogo, apresentando várias queimaduras.
[4] Ver o artigo “O nacionalismo, a esquerda anti-capitalista e o euro”, de João Valente Aguiar , publicado no Passa Palavra.